domingo, 17 de mayo de 2009

LA HUELGA DE LA UNAM 1999-2000

Marzo 31, 2009

Enfoque Sociológico GUSTAVO DE LA VEGA SHIOTA*

LA HUELGA DE LA UNAM 1999-2000

En este mes de abril se cumplen 10 años del inicio de uno de los movimientos sociales más destacados del México contemporáneo. Fue justamente el día 17 de abril de 1999, cuando en la UNAM se inició la huelga estudiantil de mayor trascendencia y duración a lo largo de su historia, cuyo objetivo inicial fue el rechazo al Reglamento General de Pagos, que semanas antes había aprobado el Consejo Universitario. En una aparente contradicción, los alumnos cerraron la Universidad para poder mantenerla abierta o todos los que aspiraran ingresar a ella, independientemente de su posición económica. Debieron hacerlo así para rechazar la medida gubernamental que incrementaba el pago de colegiaturas en la principal universidad de América Latina. Pronto el movimiento estudiantil fue más allá de lo inmediato y rebasó el alegato sobre la gratuidad de la educación que imparte el Estado en el nivel superior y concretamente en las universidades autónomas, anteponiendo que la gratuidad de la enseñanza formaba parte del pacto establecido entre la sociedad y el gobierno emanado de la Revolución Mexicana, que consideraba a la educación pública como una estrategia vivificadora de la soberanía nacional y como promotora del desarrollo económico y social de la nación.

Era claro tanto para el movimiento estudiantil, como progresivamente para la sociedad, que el intento gubernamental de abandonar ese compromiso político y social estaba constreñido por la política neoliberal, que había sido concebida en los grandes centros de poder económico y político y diseñada por organismos internacionales como una maniobra para afianzar y prolongar un capitalismo decadente que debía asumir el gobierno, quien a su vez la imponía a los funcionarios universitarios, que la aceptaban sin mayor problema.

En ese movimiento de los alumnos fue determinante la participación de los profesores, investigadores y extensionistas de la cultura, así como de los trabajadores de la universidad y también de los padres de familia y sociedad civil, pues todos juntos exigieron la derogación del tristemente celebre Reglamento. Recorrieron las principales calles de la ciudad de México y divulgaron el sentido de la lucha. Así, fue como el activismo de los universitarios y su ascendente legitimidad política y social, permitieron que, pese a la inmoral labor mediática que los descalificaba, la sociedad comprendiera las consecuencias que acarrearía la privatización de la educación, pues la medida iba mucho más allá del ahorro de recursos financieros, al ser su propósito último modificar el sentido nacionalista, laico, científico y humanístico de la UNAM, ya que con esos atributos continuaba siendo el espacio de formación de jóvenes, profesionistas y ciudadanos analíticos y críticos, preparados lo mismo para la investigación científica, que el trabajo profesional creativo y comprometido, que la difusión del saber y la cultura generadora de identidad, perfil contrario al neoliberal que pretendía convertirla solo en un centro de capacitación y adiestramiento de una fuerza de trabajo inconsciente, dócil y sumamente útil.

Como en todo movimiento social, el de la UNAM tuvo en su interior contradicciones que resultaban lo mismo de la diversidad de perspectivas de los actores sobre los alcances y estrategias de lucha, que también de posiciones y acciones incontrolables, creadas por los provocadores que se infiltraron. Pese a toda esa dinámica, gestada en cerca de 10 meses, el Estado decidió apagar el movimiento incursionando aparatosamente con la fuerza policiaca en el campus universitario, pero también discretamente dando marcha atrás en su objetivo principal.

Diez años después, se mantiene viva la intención de someter nuestra alma mater a la línea de mercado, enterrando su perfil histórico y grandes compromisos con la nación y, estandarizándola u homologándola –términos de la jerga mercantil- con las empresas que venden servicios educativos funcionales para el mercado, pero no convenientes para formar a la juventud de las amplias capas sociales del país en un proyecto de vida trascendente, identitario, ciudadano, nacionalista, cultural y científico.

*FCPyS de la UNAM

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