domingo, 17 de mayo de 2009

EL GRAFFITI, MANIFESTACIÓN DE LA CULTURA URBANA

Columna

EL GRAFFITI, MANIFESTACIÓN DE LA CULTURA URBANA GUSTAVO DE LA VEGA SHIOTA*

Cuando Sandro Leal Domínguez iniciaba sus estudios de la carrera de Sociología en la UNAM, vivía en una colonia de la Delegación Tlalpan en el Distrito Federal, en donde cotidianamente observaba que “las mejores bardas” eran el escaparate de imágenes y textos con formas extrañas. Supo que eran plasmados por jóvenes y que lo hacían clandestinamente a altas horas de la noche, pues evadían a los dueños de las paredes, a vecinos, a muchas otras personas que los rechazaban y, sobre todo, a la policía. Comprendió que los mensajes que contenían y sus formas eran intencionalmente diferentes y opuestas a los formatos convencionales, pues tenían la finalidad de ir en contra de la cultura dominante. Se trataba del graffiti. Posteriormente, cuando debió elegir un asunto para trabajar en el Taller de Investigación Sociológica, decidió estudiar ese hecho y lo continuó como tema para su tesis profesional, pues se propuso comprenderlo desde la perspectiva de la contracultura, que algunos científicos sociales han analizado.

En la contextualización social del fenómeno, indagó que el neoliberalismo produjo alta desigualdad social y económica, lo que generó un gran descontento social en diversos sectores. Uno de ellos fue el de los jóvenes, ignorados por una política de Estado que no atiende sus diferentes problemas. Así, algunos de ellos, que toman conciencia del deterioro o ausencia de oportunidades de desarrollo y bienestar, canalizan su inconformidad a través del lenguaje que les ofrece el graffiti ilícito, medio a través del que desfogan su coraje y frustración. El tesista de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales precisó que esa práctica es importada de los Estados Unidos, donde la pobreza e inconformidad de muchos jóvenes también era crítica. Encontró que en ambos países la expresión trasgresora por si sola, ya significaba la realización de un acto de inconformidad, suscrito por un seudónimo a través de ciertas siglas, en inglés: crew.

Al encontrar que el graffiti es una tendencia mundial y que, pasado el tiempo, ha dejado de ser un secreto social y se ha convertido en una herramienta de expresión sistémica o alternativa y que no escapa a las leyes básicas del mercado, especialmente a las de la oferta y la demanda, así como al consumo y al individualismo, Sandro Leal decidió involucrarse con los graffiteros. Su intención fue precisar a través de la observación participante en que radicaba la contracultura, la cultura popular, la escena, la subcultura, la cultura juvenil y la tribu urbana. Su experiencia le llevó a conjeturar que el graffiti realmente comprende una alternativa juvenil ante la ideología neoliberal. Cabe destacar que, consecuente con la ética de un investigador, nunca oculto a los graffiteros que era un sociólogo que investigaba con fines de análisis y para realizar su tesis y no un impostor que usaría la información con otros propósitos.

De sus resultados destaca la precisión de que en las dos modalidades, vandálico y tolerado, el graffiti se propone la crítica social, pero que paulatinamente esa característica se ha perdido y ahora solo es utilizado como un pretexto para proveerse de adrenalina, marcar territorios y conseguir fama. Se ha convertido en una moda, por lo que su línea critica se ha distorsionado y comercializado. El anonimato de sus inicios, proferido solo por una placa, tag o seudónimo, se pierde cada vez más y ahora se exhibe y comercializa en muchos medios de comunicación o tianguis ad hoc, quienes los presentan como un producto comercial más. Finalmente, concluye que “todos los graffiteros quieren tener sus cinco minutos de fama”.

*FCPyS. UNAM

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