domingo, 17 de mayo de 2009

EL INCIERTO DESTINO DEL CAFÉ MEXICANO

Mayo 5, 2009

Opinión

ENFOQUE SOCIOLÓGICO GUSTAVO DE LA VEGA SHIOTA*

EL INCIERTO DESTINO DEL CAFÉ MEXICANO
México es uno de lo principales países productores de café. Los estados de Chiapas, Oaxaca y Veracruz cosechan la mayor cantidad de ese apreciado grano. Durante la época que tuvo gran demanda comercial local, nacional e internacional, las localidades que practicaban la cafeticultura, o sea la siembra, recolección y beneficio, promovían una importante cantidad de empleos directos e indirectos generadores de cierto bienestar social. Pero a partir de la pasada década de los ochenta su precio se devaluó de modo terminante, volviéndolo poco o nada costeable. Ahora esos pueblos cafetaleros son expulsores de fuerza de trabajo, que lo mismo se dirige a los Estados Unidos, que se dedica a cualquier otro tipo de actividad. Algunos investigadores a este fenómeno le ha llamado la crisis del café, pero habrá que precisar que constituye una crisis de larga duración, pues lleva 20 años del siglo pasado y los 10 que van de éste, que en letras no dice mucho, pero en la vida de quien la padece es una eternidad.

En este contexto, recientemente un grupo de estudiantes de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la FCPyS de la UNAM, realizaron una práctica de campo a fin de percibir la problemática en forma directa, conociendo los cafetales, sus productores, comercializadores y demás participantes en los procesos agrícola, industrial, comercial, social y cultural que implica ese fruto, que –como algunos dicen- regularmente se bebe cómodamente por las mañanas, ignorando todo el escenario que hay detrás.

Los estudiantes encontraron que existe una amplia documentación sobre las diversas aristas que tiene el problema. Eligieron la zona de Coatepec, en el estado de Veracruz, cuyo grano goza de reputación internacional, particularmente en Europa, “por su exquisito aroma y sabor”. Los coatepecanos se sienten orgullosos por ello, pues las normas y criterios de compradores y consumidores del llamado viejo mundo son rigurosos, por la larga y cuidada experiencia que tienen como “cafeteros”.

El resultado de las indagaciones que realizaron los alumnos entre los diversos sectores implicados en la cafeticultura, queda expuesto en un término que expresa el sentir de todos, más allá de su condición, tamaño y capital: incertidumbre. Efectivamente, un sombrío panorama comercial, que no agrícola, pone en riesgo la inversión, trabajo, recursos y, especialmente, la gente que labora en el campo. El mercado internacional, controlado por las grandes empresas, impone las reglas y en México se aplican con toda prontitud y gracia. Por eso el futuro es impredecible, lo cual es preocupante para cualquiera, pero dramático para quienes poseen pocos recursos, pues ni la tierra, ni el trabajo, son ahora los medios que permiten proyectar la vida personal o familiar. Los que poseen mejores condiciones, explican: “Es un negocio y puede que salga bien o no. Quisiéramos que sí, pero esto es un negocio; no hay más”. Los pobres tienen una queja amarga: “Nadie nos ayuda. Al gobierno no le importa. Los políticos tienen sus arreglos con las transnacionales y las dejan que hagan lo que quieran. Sabemos que en otros países, como en Estados Unidos, si hay protección y apoyo para los agricultores. A nosotros nos abandonaron, por eso nos estamos yendo de aquí. Nos duele hacerlo, pues esta es nuestra tierra. Aquí nacimos y están los restos de nuestros antepasados y quisiéramos también quedarnos. Pero, ¿que vamos a comer? Y lo mas grave, ¿nuestros hijos…? Da harta rabia…”

Para los universitarios fue impactante escucharlo y se preguntaban, más tarde: ¿Y el gobierno? ¿Dónde queda la planeación? ¿Desapareció el Estado nacional? Con ese sentimiento en sus mentes, días después acompañaron a una procesión hasta un templo. Pudieron oír las plegarias de la gente, vinculadas a la grave situación que resisten. En ese momento cobraron significado las explicaciones que han hecho los sociólogos sobre el papel de la religión, precisamente durante los momentos de angustia.

Los jóvenes comunicólogos apreciaron la sabiduría de los cafetaleros, por lo que oyeron con atención su alegato: Se apuesta a que el sabor y olor no son reconocidos actualmente por la gente, por lo que cualquier producto con un buen marketing es aceptado sin problemas en los mercados, lo mismo nacional, que regional y, el colmo, hasta local. Convencidos de su historia, ellos mismos han emprendido la tarea de educar a la gente a que aprenda a consumir buen café y lo distinga del adulterado por mezclas y otros componentes. Para lograrlo, como particulares, han creado museos del café, que recuperan el concepto del aprendizaje interactivo en el propio sitio, mostrando las plantaciones, atestiguando partes del proceso productivo y participando en la cata, que implica verlo, olerlo, sentirlo y saborearlo analíticamente.

Finalmente, los alumnos de la UNAM conocieron el resentimiento que algunos cafetaleros guardan hacia instituciones nacionales, incluidas las de educación superior e investigación, pues no se involucran con ellos, presentándoles propuestas de trabajo y cooperación, que sean el cimiento para diseñar alternativas en la organización, producción, comercialización y divulgación de una cultura del café.

*FCPyS de la UNAM

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