domingo, 17 de mayo de 2009

EL LLANTO. UNA VÍA COMUNICATIVA

Opinión

EL LLANTO. UNA VÍA COMUNICATIVA GUSTAVO DE LA VEGA SHIOTA

Martha Patricia Roque Revuelta vivió una experiencia que le dejó huella en su forma de pensar e interpretar la realidad y le provocó, además, diversas dudas y preguntas. Fue en un poblado de la región Huasteca del Estado de San Luis Potosí, donde ella participó en una procesión fúnebre, cauterizada por un ambiente colectivo de tristeza y pesar. En un principio, como todos los allí presentes, permanecía cabizbaja y callada, hasta cuando escuchó la música de los hupangueros y sin darse cuenta, las lágrimas corrieron por sus mejillas y la invadió un gran sufrimiento.

De los violines y las guitarras surgían acordes luctuosos que estimulaban esa conducta. Se percató entonces que los otros asistentes compartían la misma experiencia. Efectivamente la música había detonado el llanto de todos. ”El dolor se volvió común. Los presentes experimentamos un proceso catártico y empático”, comenta.

Reflexionando sobre esa vivencia y después de haber tratado de realizar su tesis sobre un tema que había trabajado en su servicio social y no le satisfacía, decidió elegir como objeto de estudio al llanto.

Comprendió que el enfoque y tratamiento del asunto deberían ser interdisciplinarios y ella se sentía capaz de hacerlo, pues en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, la carrera de Ciencias de la Comunicación tiene esa característica en la formación académica de sus alumnos. En su planteamiento destaca que las lágrimas expresan un código o un lenguaje que merece un estudio profundo, lo mismo desde una perspectiva físico-naturalista, pues el fenómeno se ubica en un cuerpo, como psicológica, al ser la expresión de la relación mente-espíritu-individualidad y, también social, pues está ubicado en comunidades y refleja convencionalismos. El discurso aborda la catarsis, la empatía y su correlación con el llanto, el inconsciente colectivo y el efecto cadena, ubicado en dimensiones de género.

Fue la lectura de autores como Kant, Schopenhauer, Lipps, Caso, Worringer, Schelling y Hegel, entre otros, lo que le permitió un marco referencial sustantivo. También analizó la relación entre pérdida, pena y dolor y su relación con bloqueos emocionales, depresión y melancolía. Todo eso para llegar a argumentar, desde la óptica lingüística y semiótica, que el llanto es un fenómeno social y una vía comunicativa que se comprende y observa a través de distintos procesos y manifestaciones humanas. Fundamental en esta parte analítica fue el apoyo de autores como Eco, Saussure, Barthes y Pierces.

La tesista precisa que el llanto es una vía comunicativa, porque es más específico comunicar un mensaje particular valiéndose de las lagrimas, los signos corporales o gestuales y, principalmente, por ser un código en sí mismo. Eso la hace diferente a los medios de comunicación que emplean estos mismos elementos para transmitir un mensaje. Sin ocultar el afecto por su trabajo, culmina exhortando a sus lectores a destapar lagrimales y librar llantos, tabúes y estereotipos y dice: “demos rienda suelta a nuestros sentimientos y dejémonos arrastrar por el placer envolvente de nuestras propias lágrimas”.

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